A partir de su independencia, la República Argentina ha sido un destino privilegiado para miles y miles de inmigrantes europeos, especialmente entre la segunda mitad del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX. Entre esos viajeros, arribaron a nuestro país miles de personas provenientes de Navarra. Al igual que con muchas otras colectividades, los recién llegados optaron por organizarse a sí mismos y formar las primeras asociaciones o «Centros». Sin embargo, al mirar el mapa de las instituciones compuestas y fundadas por navarros en las primeras décadas del siglo pasado, observamos rápidamente que no hay una única «colectividad navarra» (aunque haya sectores que así se proclamen), en tanto una parte de los migrantes se integró dentro de «Centros Navarros», y otra lo hizo dentro de «Euskal Etxeak» o «Centros Vascos»; división que sigue vigente hoy en día. Entonces, ¿podemos hablar, desde el punto de vista institucional, de una Diáspora navarra?

El Centro Navarro de Rosario (izq.) y el Centro Vasco Zazpirak Bat (der.). Estas instituciones centenarias, literalmente ubicadas una enfrente de la otra, están ambas integradas por navarros y sus descendientes.
En efecto, tiempo después de su llegada, los navarros que venían a Argentina comenzaron a nuclearse, a establecer sus propios lugares de reunión, con dos objetivos básicos: por un lado, ayudar a los inmigrantes navarros a integrarse en su nuevo país y conseguir trabajo; y por otro lado, contar con un sitio donde reproducir y compartir la cultura navarra, y de esa manera, evitar que se perdiera con el transcurso de las generaciones. Y efectivamente, hoy en día vemos que, cerrado el flujo migratorio, las organizaciones de la Diáspora navarra son un punto de encuentro de los descendientes de navarros en nuestro país (y progresivamente, también de otras personas interesadas sin vínculos familiares con Navarra) y hacen de «punta de lanza» en la difusión de la cultura de sus ancestros.
No obstante, y como adelántabamos previamente, la organización de los navarros no logró escapar al clivaje identitario1 que viven sus ciudadanos. Así, en Argentina la Diáspora navarra se dividió en dos ramas:
- Los Centros Navarros (hoy en día, 5 en total), donde concurrieron los navarros identificados con la nacionalidad española, e integrados dentro de federaciones y organizaciones de la colectividad española en Argentina. Por criterios políticos, estos han sido reconocidos tradicionalmente por los gobiernos navarros anteriores como la única colectividad navarra en Argentina.
- Los Centros Vascos (o en euskara, Euskal Etxeak, hoy en día cerca de 100), donde asistieron aquellos navarros que se sentían parte de Euskal Herria, y se reconocían cultural y políticamente emparentados con los migrantes de otros territorios vascos. Por motivos también políticos, los gobiernos navarros anteriores han negado toda relación entre ellos y «la colectividad navarra», dándoles la espalda a los muchos socios de estas entidades que son descendientes de navarros.
Desgraciadamente, no contamos hoy con estudios que nos permitan indicar adecuadamente qué porcentaje o cantidad de migrantes navarros optaron por una u otra vía. Lo que sí podemos observar es como, a más de un siglo de esa división, las diferencias políticas entre los socios de las distintas instituciones siguen presentes, replicando a pequeña escala el conflicto de su patria de origen. En relación con esta situación, es interesante reflexionar sobre las siguientes cuestiones:
- Ambas ramas organizacionales (que parecen en la práctica comportarse como Diásporas en sí mismas) representan un posicionamiento político frente a la cuestión identitaria. Ambas son el escenario de reunión de descendientes de navarros, ambas reproducen y difunden la cultura navarra y ambas ayudan a un mayor conocimiento de Navarra en Argentina. No obstante, no hay que olvidar que ambas lo hacen desde una posicionalidad política, representada simbólicamente por la presencia de una ikurriña o una bandera española en la fachada de cada edificio. Pretender (como lo hacen algunos) que desde aquí sólo se realizan actividades culturales, sin reconocer esa posicionalidad política desde la cuál se realizan, no es más que un ejercicio (a veces deliberado) de amnesia. Esto no necesariamente significa que todos los socios de estas entidades deben ser políticamente activos y tener una opinión formada sobre el debate identitario, pero no pueden ignorar que las instituciones replican un clivaje polémico y fuertemente instalado en la sociedad navarra. Advertencia especialmente útil para quienes, desde el punto de partida de la «naturalidad» del status quo (esto es, desde una pertenencia «natural» de Navarra dentro del Estado Español), sostienen que sólo la rama abertzale de la colectividad navarra hace política.
- Dada la gran cantidad de navarros integrados dentro de la rama abertzale, pretender la existencia de una única colectividad navarra (y española) no es más que desconocer la importante actividad a favor de la cultura navarra que desde esas entidades vienen realizando cientos de navarros desde hace más de un siglo. Por dar un ejemplo, mientras que la rama españolista de la colectividad navarra no ha hecho ningún esfuerzo por difundir el euskara (idioma propio de ese territorio, riquísimo patrimonio cultural y lenguaje utilizado por miles de navarros), esto sí se ha hecho desde la otra rama, como demuestra la apertura de cursos en Euskal Etxeas e incluso en universidades. Ignorar este trabajo y rechazar a quienes lo han realizado durante tantas décadas, entonces, significa actuar desde el mismo punto de vista intolerante hacia la heterogeneidad cultural navarra que tanto tiempo dominó las instituciones de la Comunidad Foral; significa dejarlos de lado, «desheredarlos», cuando muchos de ellos sienten un fuerte sentimiento de pertenencia hacia Navarra. Por ello, defendemos el acercamiento del Gobierno Foral hacia todos los descendientes de navarros -y en realidad, hacia todas las personas que participen en esas instituciones-, independientemente de su posición política y la rama organizacional que hayan elegido.
En conclusión, nos parece necesario que los miembros de todas estas instituciones abandonemos la visión de una única Diáspora navarra en términos organizacionales, o de una única colectividad legítima. Será cuestión de empezar a pensar en una Diáspora que replica las divisiones políticas de su lugar de origen, de pensar en dos Diásporas, y animarse a debatir amablemente y respetando las creencias del adversario. Reconocer el clivaje y perder el miedo a conversar sobre él. En definitiva, reconocer que, lógicamente, de una Navarra dónde se ha desarrollado una pluralidad de identidades, no podía sino derivar una Diáspora identitariamente plural.
Alejo Conti.
Notas:
- El término clivaje (proveniente del inglés cleavage) es un concepto propio de la Ciencia Política, con el que se hace referencia a una escisión presente en una sociedad, respecto de una temática en particular; cuando esta diferencia permea el sistema político y separa tanto a los votantes como a los partidos políticos. Con clivaje identitario se alude en este caso a la diferencia de sentimientos nacionales presentes en Navarra (en tanto hay ciudadanos que se sienten sólo navarros, otros que se identifican a sí mismos como navarros y vascos, y otros que se definen como navarros y españoles), que lejos de ser una cuestión intrascendente, define la ideología de los partidos de la Comunidad Foral y genera fuertes identidades partidarias entre los votantes.